Ocurrió en los jardines del Guadalquivir, los que están junto a la Cartuja.
En ocasiones me paso por allí haciendo footing, de paso, pues es una zona agradable en verano. Hay poca gente y muchos senderos, y otro más de los rincones de la ciudad donde puedes oler algo de aire libre.
En cuanto llegué, me percaté de un chico en bicicleta, a lo lejos entre los arbustos. Creo recordar que llevaba un pantalón corto marrón y una de esas camisetas modernas, alto y con cuerpo bastante atlético. Me acercaba despacio y disimulado cuando de repente apareció justo detrás de él otro chico, moreno y bajito. Antes de que pudiera llegar a poder siquiera verle la cara, el nuevo paseante se me adelantó y ambos se mezclaron en los arbustos que hay por la zona junto a la entrada.
- "Mala suerte"-pensé.
Volví a darme una vuelta y aquello estaba bastante concurrido. Parece que el buen tiempo y las altas horas siempre animan a que la gente se ponga cachonda. En especial, siempre me atraen los pocos tíos que parecen estar por allí sin demasiadas expectativas, que están descubriendo un nuevo mundo porque han oído que en ese lugar pueden follar y pirarse sin que sus mujeres se enteren.
Esa forma de mirar, tan particular e ingenua, la tuvo un chico unos veinte minutos más tarde. Rondaría unos 30 años y poco más de 1,79. Tenía la cabeza y la cara completamente afeitadas y esa pinta un poco "cani" que según a quién le da miedo o le pone muy cachondo. Yo soy de los segundos, y bajo la camiseta se veía el típico cuerpo fibroso más por delgadez que por ejercicio físico.
Rondamos un poco y entramos en el jardín rodeado de setos con una fuente apagada en medio que hay en la zona más pegada al pabellón del futuro, situándonos en una de sus esquinas. Había sitio para sentarte y podías estar algo escondido del resto del jardín, con la diferencia de que cualquiera de los paseantes que buscara morbo y pudiera vernos nos encontraría con relativa facilidad. No soy demasiado amigo de exponerme cuando estoy buscando tema, pero había algo en todo aquello que me la puso bastante dura.
Me senté y se sacó la polla, tímido. No era un pollón por definición pero sí estaba bastante bien equipado, de unos 16-17 cm y empinado completamente hacia el frente, de los que da gusto chupar y que te follen. Era un buen rabo, con una pinta imponente, y yo me saqué el mío para empezar a pajearnos mientras algún que otro mirón ralentizaba su paso para curiosear, retomándolo en cuanto le hacíamos algún gesto indicándole que continuara.
Hubo dos sorpresas desde ese momento. La primera es que apenas comenzamos, apareció el chico de la bicicleta a pocos metros dirigiéndose hacia nosotros, al que insté a acercarse al distinguirle. La segunda, algo menos agradable, es que el chico no tenía en sí el perfil que suele gustarme. Era un chico bastante guapo, un poco más alto que mi compañero, con labios carnosos y facciones algo aniñadas y creo que un par de años menos que yo.
Cuando se sacó el rabo para unirse a nosotros el escenario cambió de golpe. No era especialmente dotado, pero lo compensaba con un culo prieto y muy bien puesto. En cuanto se unió, ambos nos sentamos y comenzamos a besarnos, mientras el calvete se pajeaba al mirarnos, nervioso, con la punta del rabo apuntando directamente hacia nosotros.
-Continuará..-
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